Sentimos una verdadera curiosidad morbosa cuando se nos aparece, a la vista, un buen paquete. Sea porque podremos ocuparnos de eso, o no, sentir el deseo de meter un poco la mano para ir descubriendo, de a poco, lo que se esconde tras un pedazo de tela, que empieza a abultarse; o sea simplemente porque en la tranquila quietud de una playa, un bañador indiscreto presagia grandes virtudes; no importan las razones. Nos gusta un paquete, este bien envuelto o no. Sea un regalito para nosotros, o no.
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