sábado, 29 de agosto de 2009

Placer solitario







Debe ser que en nuestra sociedad aun es un tabú importante. Debe ser que es una de esas cosas buenas en las que todos somos autodidactas, debe ser que encierra el placer de lo que se hace y no se cuenta. Sea por lo que sea, el gusto de un pajazo con dedicación y disfrute, es una de las prácticas más seguras para una vida sexual alegre y sana. No estoy de acuerdo con los que dicen sentirse fastidiados de hacerlo, ni tampoco con los que piensan que es asunto de chamos inexpertos. La masturbación es un ejercicio necesario que, aunque no debe, en ningún caso sustituir el goce de un encuentro “cuerpo a cuerpo” sirve no solamente para resolver emergencias, sino para conocer mejor nuestro cuerpo, nuestras ansias y nuestras maneras.
Me gusta masturbarme; lo hago con la frecuencia y el entusiasmo que se dedica a los placeres realmente íntimos. Mis pajazos son largos, suaves, llenos de fantasía y de gusto. Muy pocas veces he resuelto una “parazón” con un pajazo rapidito en el baño, aunque lo he hecho, por supuesto, y lo he disfrutado muchísimo también. No es que sienta especial fascinación por mi propio pene, es que me gusta la posibilidad de fantasear hasta lo infinito, acariciando mis nalgas, metiendo uno o dos dedos en mi culito lubricado e imaginando las embestidas que sueño con recibir (y que recibo, por suerte).
No entiendo porque todavía hay gente que se niega a admitir ese placer. Una buena paja al despertar (por ejemplo) es una de las mejores maneras de empezar el día o, antes de dormir, asegura una noche de profundo descanso.
No tengo problema en admitirlo: Me gusto yo, debe ser por eso que me gusta tanto un buen pajazo.